La casa de Laura se llenó de música alegre, risas y disfraces que se oían a la vuelta de la esquina. Era el cumpleaños de Sara, y ella y Valentina habían planeado una noche especial, llena de globos, pastel y un sinfín de canciones para bailar.

Todo iba perfectamente hasta que, de repente, alguien llamó fuerte a la puerta.

—Autoridad —susurró Valentina, asustada—. Creo que los vecinos se quejaban del ruido.

Laura abrió la puerta y apareció un oficial uniformado con rostro serio.

Buenas noches, señoras. Hemos recibido informes de ruido excesivo.

Pero antes de que pudiera terminar, Sara, sosteniendo su copa de vino, le ofreció otra con una sonrisa.

—Oh, oficial, lo siento. Pero no puede irse sin brindar por mi cumpleaños.

La agente dudó un momento y luego, riendo, aceptó. En cuestión de minutos, ya formaba parte del grupo, brindando, bailando e incluso enseñando nuevos pasos. Entre risas, coreografías improvisadas y selfies alocadas, la sala se convirtió en un auténtico escenario de alegría. Fue una noche en la que la temperatura empezó a subir cuando Laura le regaló a Sara unos consoladores grandes solo para ella, pero no dudó y les dijo a la agente y a Laura que los pisaran porque quería ver la fiesta. Se convirtió en el escenario perfecto para empezar una noche loca donde hubo bebida, baile y también algo de sexo, pero hablando de buen sexo anal, a las cuatro nos excitaba el tiempo; cuanto más penetraba a cada una, más mierda salía de nuestros culos. A partir de ahí empezamos a sentir cada vez más placer: Laura se folló a Valentina, Sara se folló al agente y luego cambiamos de sitio. Estábamos felices, el olor a mierda nos invadió en la fiesta, pero no fue impedimento para disfrutar de un buen, duro y muy guarro sexo anal.

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